Por Daniela Arroyo
“¿Cuáles son las virtualidades y las potencialidades que anidan dentro de la existencia biológica y que permiten a la fuerzas culturales, sociales e históricas iniciar y cumplir la tarea de transformar activamente la existencia?”
Elizabeth GROSZ, «Darwin and feminism: preliminary investigations for a posible alliance» (1999)
Formas de vida desconocidas parecieran flotar en algún tipo de fluido extraño, no es posible definir con certeza si este es viscoso, líquido o que sea agua. Podría ser antes, después o durante; dentro o fuera de un cuerpo; no es ningún lugar y ningún momento a la vez. Aunque a simple vista, se puede saber que está vivo. Allí se percibe movimiento, aquellas formas no son plantas ni animales, algunos parecen ambos, otros simulan ser otra cosa, juegan con los verosímiles de especies de hongos, ballenas, medusas, algas, ojos, tentáculos o rocas. Estos organismos extraños y heterogéneos parecieran relacionarse entre sí mientras flotan. Están conectados, algunos se entrelazan, otros se rozan, o incluso se superponen entre sí. Todas esas interrelaciones entre cuerpos y formas parecen construir una trama. De hecho, cada uno de estos, podría ser la parte de un todo. Es decir, componer una sola criatura.
Pareciera incluso, que moverse en una especie de danza sensual le permite ir captando otros soportes. Quizás así pudo tomar el mismo muro que la aloja y volver a unir sus partes antes fragmentadas en dos papeles separados que cuelgan. Su trazo en el centro es suave, no luce tan definido y oscuro (¿aún?) como los otros. Este organismo colectivo, que se expande y ramifica, pareciera demostrar un proceso que no comienza ni termina ahí mismo. Sumergirse en un sistema tan distinto como el mar fue una experiencia que vivió Ligeia Ozanne y el punto de partida hacia lo desconocido, hacia la despersonalización; hacia una producción artística dinámica, pero no lineal. Hacia una obra descentrada, múltiple y sin jerarquías, que nunca termina; hacia su propio devenir criatura.
Si tan sólo puedo escribir de izquierda a derecha, de arriba para abajo construyendo una línea, metafórica y literal, que luego el lector deberá seguir con su lectura, de repente, se vuelve una práctica insuficiente. ¿Cómo escribir así sobre un proceso de exploración no unitario, no lineal y múltiple? Quizás sólo debo lograr que estas palabras sean lo suficientemente estimulantes para conducir hacia su propia salida, por fuera de él mismo, hacia una experiencia extratextual con la obra. No se trata de inscribir sentidos, o hallar conceptos, sino de imprimir en la mirada una imagen móvil que despierte curiosidad y deseo. Que la lectura tan sólo sea el comienzo de la experiencia de estar frente a la obra, ante este organismo colectivo que se encuentra en expansión. O al revés, que la obra te lleve al texto y este devuelta a ella, nuevamente. Generar más movimiento, que sea un punto de fuga, o el comienzo de otros nuevos devenires.
Entre el estado de pánico que se vive por el aceleracionismo y la angustia por la falta de futuro, se encuentra la ansiedad que despierta la posibilidad de transformarse en algo más. En palabras de Rosi Braidotti, no se trata de saber quienes somos sino, más bien, por fin, en qué queremos convertirnos. Que la experiencia de encontrarse cuerpo a cuerpo con “Mi amor me llevó al fondo del mar” sea una oportunidad para ello. Ingresen a su zona de entorno, dejen que la criatura colectiva les capture por completo y bailen con ella.
Buenos Aires, 2021.