Por Andrés Waissman
En el espacio, apuntes y llamados, mapas indescifrables que como todos son ciertamente mentirosos. Una encrucijada de líneas que son la estructura de una cosmovisión fluctuante, inacabada pero rotunda. Dos protagonismos.
Dos artistas que hablan entre sí y uniéndose componen una imagen que refiere a la urgencia de integración en este tiempo de ahogos. Es imposible imaginar “serenidad”, “equilibrio”, cuando somos tan vulnerables. Tampoco es posible imaginar que sea necesario. Somos huérfanos y en este transito también somos padres.
Los trabajos de Ligeïa y Pablo nos hacen sentir que no estamos desamparados; ambos formatos, de algún modo, anudan alrededor nuestro.
En los objetos escultóricos la madera atraviesa lo impreso pero el lápiz diseña, austero, encrucijadas sobre papeles apoyados en las paredes. Lo blando, lo frágil, lo robusto, lo duradero; luchan y hablan sin tapujos en este conjunto.
Las obras convocan a un modo especial de respirar, ¿o son ellos quienes a través de sus obras proponen caminar con pausa, leer con habilidad? Aleja- dos de preconceptos, estas dos visiones o expresiones tienen raíces diferentes, pero se confiesan como un conjunto enfrentado en un diálogo. Ambos requieren atención, son artistas, son vitales y en cierta forma están construyendo su dis- curso en medio de la irascibilidad. Males de épocas que a veces, como en este caso; atraen, acercan, revelan formas diversas, lenguajes plurales: otras balsas en el océano. En esta propuesta la obra de ambos artistas cobra aún más fuerza al compartir escenario porque hay algo que no es coincidencia ni casualidad ni forzado.
Es un todo: un universo compartido.
Buenos Aires, 2022.